viernes, 21 de octubre de 2016

MACBETH


Macbeth - Justin Kurzel - Reino Unido

Después de recibir un ascenso por el rey Duncan (David Thewlis) tras salir victorioso de una importante batalla, lord Macbeth (Michael Fassbender) duque de Escocia, recibe el vaticinio por parte de tres brujas de que será rey, mas sin dejar descendencia. Instigado por su esposa (Marion Cotillard), con la finalidad de ver cumplida la predicción lo antes posible, el matrimonio invita a Duncan a celebrar la victoria en su casa. El plan está en marcha, le darán muerte a Duncan y harán recaer la culpa sobre los guardias, de tal modo que la corona recaerá sobre la cabeza de lord Macbeth. Será entonces cuando el remordimiento, la culpa, la sed de poder y la ambición entrarán en escena haciendo ver cada rostro amigo como posible culpable de conspiración. William Shakespeare es uno de los autores que más cuenta con adaptaciones de sus obras, tanto cinematográficas como teatrales. Llevar Macbeth a las salas de cine ya de por sí es arriesgado, si se cuentan todas las veces que ha sido adaptada y más si se trata de impactar al espectador con algo original y novedoso. Justin Kurzel ('Snowtown') hace una apuesta fuerte al pretender unir las dos grandes artes escénicas en un único largometraje. El restultado no puede decir que sea un éxito, pero tampoco resultó un fracaso total. El filme nos sorprende con una estética muy cuidada, una atmósfera agobianta y propicia para los acontecimientos, que provoca que 'Macbeth' sea un gran espectáculo visual. El inteligente uso de la cámara lenta en secuencias determinadas le imprime a esos planos una belleza casi pictórica, para lo que resulta de suma importancia el gran trabajo de fotografía de Adam Arpakaw así como la exquisita labor de vestuario de Jacqueline Durran. Quizá lo que nos impide entrar del todo en la película sea que el filme depende demasiado de la obra shakesperiana, tanto es así que los protagonistas respetan el diálogo original, hablando en verso y prosa. El hecho que el diálogo se ciña tanto a la obra original resultan una suerte de grilletes para los actores, que aunque realizan un trabajo intachable (sobre todo en el caso de Michael Fassbender, me permito añadir) provoca que el vigor y la naturalidad de su interpretación de vea mermada. Evidentemente esto se debe a la herencia directa de la obra teatral que adapta el presente largometraje, pero sería bueno saber dónde habría que poner los límites para que una obra diseñada originalmente para ser representada encima de las tablas pueda ser llevada a la gran pantalla e impresionar al espectador sin causar confusión. Quizá aún tendremos que hacer algunos experimentos más de ensayo-error que nos puedan conducir en un futuro a la fórmula que nos permita fusionar con éxito el teatro y las artes cinematográficas.


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